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El Describidor

Elecciones en Brasil: se busca un campeón de la privatización

Lula debería encabezar el debate sobre la reforma económica en Brasil, recomienda The Economist. La campaña de Lula augura problemas para la reforma económica.

El "dinero inteligente" había apostado hace mucho tiempo que Luiz Inácio Lula da Silva ganaría un segundo mandato como Presidente de Brasil en las elecciones generales llevadas a cabo el 1 de octubre.

Pero en el último minuto su candidatura se tropezó con un montón de "dinero sucio" que aparentemente fue usado por su Partido de los Trabajadores para tapar a un oponente en la carrera gubernamental.

Esto les recordó a los brasileños que Lula, como lo llaman, presidía un enredo de corrupción mucho más grande que involucraba dinero a cambio de votos en el Congreso.

Y eso fue suficiente para forzar una segunda vuelta, que se llevará a cabo este domingo, en que se medirá con Geraldo Alckmin, un ex gobernador de São Paulo.

Finalmente Lula terminó con siete puntos porcentuales por delante de Alckmin, quien desde entonces ha perdido terreno. Las encuestas de opinión sugieren que Lula nuevamente está cerca de la victoria.

Su oponente es un tedioso tecnócrata. En tanto, la mayoría de los brasileños cree que el Presidente no es personalmente corrupto y le dan los créditos por un enorme programa antipobreza y también por preservar la estabilidad económica.

Pero Lula en parte ha restaurado su liderazgo al hacer campaña en contra de las privatizaciones llevadas a cabo por el partido de Alckmin cuando Fernando Henrique Cardoso estuvo en el poder entre 1995-2002. Él acusa a su oponente de querer privatizar las herencias nacionales como Petrobras, la empresa petrolera, tres grandes bancos estatales y un gigante de la electricidad.

El desafortunado Alckmin se sintió obligado a insistir que esos pensamientos nunca pasaron por su mente. Para probarlo, él se puso una chaqueta ridícula adornada con los logos de las empresas estatales brasileñas. Entonces el tema de las privatizaciones se fue evadido, lo que es una pena.

Ciertamente las privatizaciones son impopulares en América Latina. Los votantes creen que las ventas han beneficiado a los nuevos (habitualmente extranjeros), y no a los consumidores. En algunas sanitarias públicas de algunos países eso es cierto, y es así porque los gobiernos han fallado en asegurar compensaciones y regulaciones que sean adecuadas.

Pero un estudio respetable publicado el año pasado por el Centro de Desarrollo Global -un think tank independiente en Washington DC- demostró que las privatizaciones en América Latina han sido injustamente criticadas y que, aun cuando algunas empresas han elevado los precios, "la línea final sigue siendo de ganancias absolutas para los pobres".

Esas ganancias son especialmente claras en Brasil.

Antes de las privatizaciones, había que esperar años para obtener un teléfono o si no había que pagar unos US$ 4.000 en un mercado gris. Los teléfonos eran sólo para los ricos. Tras sólo ocho años desde la privatización de la empresa, el número de teléfonos se ha más que quintuplicado. Con la industria del acero en manos privadas, Embrear (un fabricante de aviones) y CVRD (un gigante de la minería) se han convertido en competidores de clase mundial.

El próximo gobierno haría bien reanudando la privatización, ya que el Estado aún posee cerca de un tercio del sistema bancario del país.

Hay un asunto con los bancos estatales y es que los privados han sido muy malos para entregar créditos a los campesinos o establecerse en áreas remotas.

El hecho de privatizar los bancos federales de ahorro o el Banco do Brasil le permitiría al gobierno pagar un buen pedazo de la deuda pública.

Y eso daría pie para que cayeran las tasas de interés, terminar con la sobre apreciación del real y ayudar a que la economía floreciera y saliera de su trampa de bajo crecimiento.

La negativa de los candidatos hacia la privatización podría ser entendible si la economía estuviera energizándose hacia el futuro. Pero el país está retrasado en muchos de los indicadores de competitividad, gracias a un sector público y a un sistema de pensiones que son muy despilfarradores.

Si Lula gana, él debería liderar un debate sobre la reforma económica que Brasil verdaderamente necesita. Y esta campaña no la ha entregado.

The Economits

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