Blogia
El Describidor

Chayanta, tierra de milagros en Potosí

El Tata Espíritu Santo recibe habitualmente ofrendas en una iglesia que es considerada Monumento Nacional. Además, el pueblo es una de las cunas del charango, del tinku y un proveedor de chicha y pan para las poblaciones de los alrededores.

Chayanta, pueblo de encanto, donde conocí a mi flor preferida…´, tararean muy bien acompasados varios hombres del pueblo. Mientras, las notas de cuatro charangos de distintos tamaños se suceden de manera rítmica, siguiendo la entonación de una de las letras míticas de la región de Chayanta. Quizá sea por la bebida de maíz o tal vez por el encanto de la noche y los instrumentos, pero el caso es que los presentes son partícipes de una fiesta improvisada que traslada a los más ancianos a épocas pasadas. Y también los jóvenes se unen a la algarabía del pueblo, cantando sus canciones y disfrutando de las tradiciones festivas bajo el manto estrellado que ofrece la oscuridad a este lado del mundo.

Una de estas tradiciones une el sabor dulce de la chicha con las melodías alegres del charango, y es que mientras un grupo de personas sigue tocando sale de la puerta trasera del bar un hombre corpulento con el típico sombrero del tinku y un aguayo de colores atado a la espalda. Además, porta un palo de madera y un recipiente en forma de toro, donde lleva la chicha, espesa y suave. Todos aplauden con su llegada. Entre tanto, el nuevo invitado investiga con su ávida mirada a todos los presentes, hasta que detiene los ojos en su víctima. Es una cholita joven y hermosa, que danza despreocupada al ritmo de los charangos. Le ofrece uno de los toros repletos de chicha y le incita a beber mientras le da ligeros golpes en la cabeza con su palo. La gente grita y da palmas, al tiempo que anima a la joven a acabar su trago. Una vez que ha terminado, el hombre rellena el recipiente y repite la operación con otra de las personas que se encuentran festejando.

La magia del charango

El sonido del charango está presente durante toda la noche, hasta altas horas, cuando la chicha ya se ha terminado e incluso los más devotos de la fiesta de ´Todos los Santos´ deciden retirarse con la luna.

Los orígenes de este instrumento se remontan a la colonización española de América. En este periodo, muchos instrumentos musicales europeos llegaron a tierras americanas. Entre ellos, la vihuela, una especie de guitarra con cinco cuerdas.

Fue justamente el desembarco de la vihuela lo que propició la creación del charango. Y éste, aunque es mestizo, suele acompañar composiciones que fundamentalmente son interpretadas en quechua.

La danza del guerrero

En las fiestas más importantes de Chayanta, entre tanto, otro elemento que siempre está presente es el tinku, cuyo significado en quechua es ´encuentro´. Y en honor a esta danza guerrera se efectúan peleas entre los varones en la plaza del pueblo. Éstas deben ser de uno contra uno, pero debido al excesivo consumo de chicha a veces se producen combates masivos, en los que los participantes lanzan piedras que causan heridos.

El tinku es practicado como un rito ceremonial en el que dos personas se enfrentan cuerpo a cuerpo con distintas técnicas de pelea y, según cuenta la leyenda, el combatiente que es vencido debe derramar su sangre como ofrenda para fertilizar a la Pachamama y que haya una buena cosecha todo el año.

Una iglesia centenaria

Pero en Chayanta no todo es fiesta, pues es una tierra conocida en los alrededores por su santo, al que se atribuye un sinfín de milagros.

En el caso de Gerardo Gómez, originario de Catavi y librero de profesión; un hecho inesperado solucionó sus problemas de negocios después de siete meses de impaciente espera. ´Cuando creía que ya no había solución, fui a rezarle al Tata Espíritu Santo de Chayanta, localidad vecina a la mía. Le lloré desconsoladamente durante horas´, recuerda con los ojos empañados en lágrimas. Poco después, su cargamento perdido de libros, valorado en 8.000 dólares, apareció como por arte de magia. Y ése fue el comienzo de una ferviente devoción por el santo y un profundo apego por Chayanta.

Aunque Gerardo no es el único que confía en el poder milagroso del Tata Espíritu Santo. Son muchos los que, guiados por la fe, depositan cartas con peticiones en los pies de yeso del famoso santo, y esperan que la mujer de sus sueños les dé tregua, que su negocio vuelva a funcionar o que la enfermedad de su padre pase pronto.

La iglesia colonial que acoge al santo data del siglo XVII. Posee una sola nave alargada con ábside plano y dos portadas, ambas de estilo renacentista. Su piedra bautismal, que es posterior, es la única de la época que se conserva en los alrededores. También posee una enorme muralla de adobe blanco que protege al templo de los robos de obras de arte que se han sucedido durante décadas. Esta muralla ha sido rehabilitada gracias al Centro de Acción Chayanta, en el que Gerardo y otros amantes de la población como Fredy Flores, Mario Vigabriel o Víctor Rodríguez trabajan desde hace años para fomentar el desarrollo en el pueblo.

Gracias a su labor, la iglesia fue declarada Monumento Nacional el 26 de septiembre de 1945 por su enorme importancia histórica y artística. Sus riquezas, datadas entre el siglo XVII y el siglo XX, son innumerables, ya que posee decenas de esculturas, retablos y óleos de incalculable valor. Y de la construcción centenaria nace una torre, algo deteriorada por el paso de los años, que será restaurada por el Centro.

El Ojo de agua

El acceso a la población, en la provincia Rafael Bustillo del departamento de Potosí, se realiza a través de un camino vecinal que está vinculado al eje troncal Llallagua- San Pedro- Cochabamba en el sector de Aymaya. Y la localidad es conocida también como Pueblo de encanto.

Y quizá sea llamada así por elementos como un pequeño puente de piedra del año 1600 y que está situado en el emblemático Ojo de agua, que abastece del líquido elemento a los habitantes del pueblo.

Allá, según cuentan los más ancianos, se iniciaban los romances entre los lugareños. Era el rincón perfecto para los más enamorados. Las jóvenes lavaban su ropa y sus pretendientes intentaban conquistarlas con poesías y coloridas flores.

Pero los cimientos de esta comunidad de más de 15.100 personas no hubieran podido establecerse sin la revuelta indigenista que protagonizó Tomás Katari. Fue en el año 1776, cuando se enfrentó con el corregidor Alós y los administradores del virreinato buscando justicia.

Éste fue uno de los hechos que desencadenaron la rebelión en toda Bolivia y propició, asimismo, que el líder tomara posesión como cacique en la población potosina.

Los olores del pueblo

Chayanta, además, es una tierra que ha permanecido invulnerable al paso del tiempo. Sus calles todavía huelen a leña, durazno fresco y aire limpio. Y sólo con pasear por allí uno puede darse cuenta.

Impregnada también de tan agradable atmósfera, en una de las calles principales vive Gregoria Araníbar, dueña de la chichería del pueblo. Tras su rostro moreno y su vestido de viuda, se esconde toda una experta en preparar la chicha.

En el enorme patio de su establecimiento, el maíz se seca al sol, esperando para ser molido. ´Después, hay que frotarlo con agua hervida. Entonces, se vuelve masa y entra en proceso de fermentación´, explica Gregoria, quien ya despacha incluso pedidos para los otros pueblos de la zona. Su secreto es no añadirle a su poción ni alcohol ni azúcar.

Cerca de la casa de Gregoria, pasando por una calle sin asfaltar, se llega a otro lugar que es un deleite para los sentidos. Se trata de la panadería, de la que emanan los mismos olores desde hace décadas.

Diez mujeres se afanan sin ninguna queja cada día desde las seis de la mañana para que el pan siga manteniendo su fama, la de ser el mejor de la provincia Rafael Bustillo. En un recipiente rústico, llamado artesa, las panaderas elaboran a pulso una mezcla de harina, levadura, agua hervida y sal. Se producen de nueve a catorce quintales cada día y cada uno tarda en cocer una hora en el horno de leña.

Un freno al éxodo

A pesar de sus riquezas, sin embargo, Chayanta ha sufrido durante décadas la migración de su gente joven en busca de un futuro mejor. Ante esto, desde la Alcaldía se pretende revitalizar las actividades productivas de la población.
En la región se cultivan papa, durazno y tuna, y existe la idea de crear una cooperativa para un mayor rendimiento de las cosechas.

Otra de las propuestas que se barajan para recuperar el interés por la zona es la de hacer de Chayanta un destino turístico. En este sentido, las danzas guerreras, la música de charango, la variada gastronomía y el patrimonio arquitectónico pueden atraer a los turistas de las grandes capitales del país.

´Chayanta todavía es un lugar bastante desconocido, pero sé que quien viene nunca se arrepiente, y no se olvida de este lugar´, asegura Eloterio Coyo Pari, el alcalde de la población y un gran conocedor de todos los secretos que se esconden debajo de la tierra rojiza de este pueblo.

Razón no le falta, pues en esta pequeña población se sabe acoger a los foráneos y sumergirlos en la enorme partitura que conforman sus tradiciones centenarias. Y no es difícil que, después de que éstos hayan bebido un par de vasos de chicha antes de empaparse del contenido de los bailes y las historias de la región, terminen cantando hasta horas de la madrugada con los lugareños: ´Chayanta, pueblo de encanto, donde conocí a mi flor preferida…´.

Inés Ruíz del Árbol, La Razon

2 comentarios

Marcela -

Conozco Chayanta y, efectivamente, "es un pueblo de encanto".

paula -

hola yomeyamo paula andrea costa forero y quiero quemecuren de los ojos NOESTO Y SIEGA CHAO