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El Describidor

La tierra

Cuatro Ojos, el único puerto cruceño... y olvidado.

Aunque nadie lo crea, el Piraí es navegable. se unía con el río grande, pero una crecida desplazó el curso 80 kilómetros y el piraí se dispersó en bañados. con el fin del auge de la goma, cuatro ojos perdió importancia. Ésta es la historia de un puerto que se quedó sin agua y sin negocio, y de los sangrientos encuentros con los nativos yuquis y sirionós

Sería una apuesta fácil de ganar: pregunte a sus amigos si el Piraí es navegable. Si tienen 20 años de edad, le dirán que no. Si tienen 30 o quizá 40, también. Un amigo que pase de las cinco décadas tal vez sepa que hace más de 70 años Santa Cruz tuvo un puerto fluvial. Este reportaje cuenta algo de la increíble historia del único puerto cruceño, fundado por los jesuitas y pensado para conectar las misiones de Santa Rosa y Buenavista con las de Mojos.

Es cierto que también estuvo el puerto de Paila, que ofrecía un caudal más constante, pero no es errado suponer que ambos se usaron según la conveniencia y las crecidas. Fue precisamente la crecida registrada en 1825 la que llevó a las aguas del Río Grande a encontrarse con el Piraí. Paila, inutilizado como puerto, cedió a Cuatro Ojos la función de conectar con Mojos.

Sin embargo, en 1840 nuevamente se separaron el Piraí y el Río Grande. La vía de navegación Cuatro Ojos-Los Limos, que empalmaba con el río Grande y de ahí al Mamoré, quedó interrumpida. Los ganaderos, quineros y comerciantes debían viajar por tierra hasta Mojos. Algunos exploradores (Miguel Suárez Arana, Romualdo Aguirre, Antonio L. Velasco) encontraron que desde el punto llamado Cuatro Ojos se podía navegar.

Parece sencillo llegar hasta el lugar. Desde la capital se recorren Warnes, Montero, Saavedra, Minero, Chané, Aguaíses, Sagrado Corazón y San Pedro, que está a unos 135 kilómetros. Se trata de la ruta soyera que, aunque asfaltada en gran parte, es peligrosa. El tramo final hasta San Pedro está cubierto de un polvo finísimo que se convierte en bruma espesa al primer estornudo. Un camión con 30.000 o más kilos de carga transforma el recorrido en una lenta tormenta de polvo que bloquea totalmente la visibilidad. A lo sumo se puede ver a un metro, lo que obliga -en pleno día- a encender las luces. El tráfico de los monstruos de 18 y 36 ruedas parece no detenerse nunca.

Los viajeros que hace ocho décadas debían embarcarse, seguían una ruta diferente a la de los camiones. Pasaban a ritmo de buey cerca del río Asubicito, luego Santa Rosa del Sara, Palometas y Asubí Grande. Sesenta kilómetros de selva debían atravesar los carretoneros. Cada jornada terminaba con el misterioso canto del guajojó, que aún se oye cerca del río Palacio, que va a sumar su riqueza de peces al ya cargado Piraí a varios kilómetros de Cuatro Ojos.

Durante las primeras décadas de la era republicana se formó el pueblo. Hacia finales del siglo XIX o comienzos del XX, llegó un francés de ascendencia suiza e italiana: José Sciaroni Conil. Este francés vio el mayor esplendor del puerto. Tenía 2.500 habitantes, cuatro tiendas comerciales, oficina de telégrafo y correo. Por supuesto, se construían batelones (barcazas de regular tamaño) y lanchas. Los productos de Santa Cruz llegaban hasta Mojos y terminaban en las barracas donde los sueños de los siringueros se apelmazaban como la hevea brasiliensis que explotaban. Arroz, charque, maíz y azúcar llegaban hasta esas remotas regiones. Antes de Sciaroni, se lo conocía como Puerto de los Collas, porque vivía por la zona un señor Mostajo, a quien el francés compró una parcela, animado por Nicolás Suárez, el magnate de la goma, a quien había conocido en Argentina. El amor de Carmen Durán Medina, con quien tuvo nueve hijas y un hijo, lo arraigó para siempre en las tierras que domina el inconstante Piraí.

Carlos Cirbián recreó el aspecto del puerto. Así investigó que los comerciantes cruceños iban hasta Belém do Pará, en Brasil, ya en el siglo XVIII, llevando sorgo, aceite de copaibo, cuero y pieles. Regresaban con especias y otros productos de ultramar. Eran conocidos los vapores como La Estrella del Oriente, de Barriga y Compañía, y el vapor Guapay, de la casa Zeller y Mozer. "En 1899, algunos periódicos anunciaban que ya no había despachos, porque los almacenes de Cuatro Ojos estaban llenos", cuenta el pintor. El hecho de que ahí se asentase una Capitanía de Puerto indica la importancia de este punto comercial. Por ahí llegaron las máquinas de Luz y Fuerza y uno de los primeros vehículos que circuló en Santa Cruz de la Sierra.

DECLINACIÓN DEL PUERTO

En 1912 el negocio de la goma se acabó. La planta crecía en la lejana Malasia -por entonces colonia británica-, África y Ceilán. Bolivia, Brasil, Perú, Ecuador y Colombia no pudieron competir con esa producción, más barata y accesible. Lo paradójico del caso es que las semillas fueron llevadas ilegalmente de la misma Amazonia. El pequeño puerto de Cuatro Ojos dejó de ser útil. Poco a poco, las tiendas fueron cerrando y quienes se instalaron en la zona buscaron mejores ubicaciones. Era raro ver navegando a las lanchas que antes surcaban frenéticas las aguas con su carga de azúcar, charque y provisiones.

Pero la naturaleza se encargaría de dar el golpe de gracia a Cuatro Ojos. Lo recuerda Pepe Sciaroni, el único varón de los diez vástagos del francés José Sciaroni. Pepe Sciaroni -que también se llama José- vive en Santa Cruz. Es un lúcido octogenario que en 1929 tenía seis años de edad. Esa fecha es importante, porque una crecida del Río Grande depositó sus sedimentos en Los Limos, lugar con numerosos bajíos cambiantes. El Piraí, al llegar al lugar con la fuerza de las lluvias primaverales, no tuvo por dónde desembocar en su ’hermano mayor’, como lo llama Hernando Sanabria. El río, según explica el director del Searpi, Walter Noe Angus, ya no tiene un cauce definido que desemboque en el Río Grande. "El cauce se divide, y por eso la sedimentación ha subido", explica.

Aunque perdió su importancia comercial, la leyenda siguió rodeando al lugar. Pepe Sciaroni, que nació en Cuatro Ojos, no tenía intenciones de abandonar su tierra ni su río. Su padre murió en 1945 y nunca abandonó el puerto. Para él bastaban La Ilustración Francesa, revista a la que estaba suscrito, y Caras y Caretas. Además, tenía que responder la correspondencia, porque cada dos días llegaba una carta relacionada con los negocios. Así, Pepe Sciaroni Durán continuó el trabajo agrícola. Ya sabía lo que era navegar, y desde 1943 ya llevaba su producción de azúcar y café hasta Trinidad. El transporte de los productos de las casas Zeller, Elsner y de Paz Hermanos también era su responsabilidad.

Pepe Sciaroni vivió 43 años en el lugar, es decir, hasta hace menos de un par de décadas. Sembraba café, chocolate y caña. El pescado era y aún es abundante. "Tenía 30 hectáreas de café y vendí una cosecha para empezar a fabricar azúcar granulada. Hacía queso todos los días y vendía a San Pedro. Tenía 600 cabezas de ganado", cuenta. Cuatro Ojos tenía un teléfono que don Pepe atendía; fue también corregidor.

EL LIBRO QUE TRAÍA NIÑOS AL MUNDO

Seis son los hijos de Pepe Sciaroni. El Consejero Médico del Hogar, editado en 1939, era el libro que consultaba con Jenny Cuéllar Limpias, su esposa. Alguna vez oyeron a los jaguares, y desaparecían chanchos y ganado que el poderoso ’pintado’ se llevaba. Aún hoy, al navegar por el Piraí, se ven las huellas y se oye el rugido poderoso de un jaguar de casi tres años, al que están habituados los trabajadores de la propiedad de Alfredo Soria, ubicada a media hora en canoa desde Cuatro Ojos.

Ni siquiera los yuquis fueron una amenaza seria para esta familia. Sin embargo, uno de los misioneros evangelistas que entró al lugar cerca de 1960 tuvo la mala suerte de romper una de las flechas de los aborígenes, conocidos como ’bárbaros’. Uno de ellos les gritó en castellano: "Váyanse. No queremos contacto con ustedes". Los misioneros tuvieron que salir.

Dos científicos alemanes que llegaron al sitio en la década del 20 se aventuraron sin preguntar mucho. En lugar de pernoctar en la margen derecha del río, lo hicieron en la orilla dominada por los sirionó, otra etnia que vivía en el lugar. El viejo estudioso, según contó Elena Velasco viuda de Ibáñez, lloraba cuando lo conducían, capturado, junto al más joven de los expedicionarios. Nunca más se supo de ellos. El joven fue nombrado cacique, lo que explicaría la siguiente historia.

Los ’bárbaros’ robaron utensilios de cocina, un gallo y una gallina. Poco después, los mozos que trabajaban en la hacienda encontraron a un grupo y ’cazaron’ a dos mujeres sirionó. Las mataron y se llevaron a sus hijos, que después fueron vendidos. Según cuenta Pepe Sciaroni, es posible que uno de esos pequeños esté trabajando ahora, ya grande, como mecánico en las inmediaciones del mercado Mutualista.

Como venganza, los nativos pusieron trampas con puntas de flecha llenas del fatal curare. Nadie cayó en ellas, pero cuando un mozo de los evangelistas fue a sacar plátano, oyó un silbido. Vio un hombre blanco de brazos cruzados y a otro pintado de negro, listo para la batalla. Un flechazo acabó con la vida del mozo. Se cree que el hombre blanco pudo ser, si no el alemán que capturaron, uno de los Ibáñez de la zona, que se convirtió en ‘bárbaro’.

En otra ocasión, otros pobladores del lugar atacaron a los sirionó y vieron a un cacique de barba, que llevaba a un pequeño que tenía rasgos europeos. En ese mismo enfrentamiento, capturaron a tres nativas. Una de ellas bailaba un ritmo parecido al vals. Poco tiempo después, la mayor de las mujeres ahorcó a las más jóvenes. Se cree que eran mujeres del cacique, y que las dos infortunadas fueron víctimas de los celos de la mayor.

Es conocida también la historia de una mujer blanca que fue llevada cautiva por los guerreros sirionó en 1915. Cuando la encontraron, cinco años después, tenía tres hijos.

La casa grande construida por el primer Sciaroni tuvo que ser abandonada. Parte de los materiales fueron empleados por Pepe Sciaroni para construir, en la orilla opuesta, una nueva vivienda. Las inundaciones fueron cubriéndola poco a poco, hasta que tuvieron que salir y afincarse en Santa Cruz. Pepe Sciaroni afirma que los árboles talados por los campesinos migrantes formaron una masa compacta que aumentó las inundaciones.

Es imposible habilitar el puerto; no porque el río se ha movido más de 300 metros del lugar original, sino porque no hay una desembocadura única al Río Grande. Hace pocos años, la armada norteamericana y el Searpi estudiaron la posibilidad de habilitar el río Yapacaní como puerto de navegación. Se usaría el ferrocarril que ha quedado inutilizado entre Santa Rosa y Yapacaní. Una terminal intermodal permitiría trasladar la carga a las barcazas, que viajarían por el Yapacaní hasta el Mamoré. Los estudios de carga de sedimentos y dragado no fueron concluidos, por lo tanto, Santa Cruz quedará, por ahora, con la aspiración de tener un puerto cercano para exportar hasta la producción de la brasileña Rondonia. Mientras tanto, ahi queda, nuevamente recordada, la historia.

Javier Méndez Vedia

Dinosaurios nuevamente en peligro de extinción

En la pared derecha, junto a las huellas, se puede distinguir la falla geológica que cruza verticalmente el farallón. La mayoría de visitantes que arriban al parque ignora por completo que la sombra de la extinción puede depositar nuevamente su manto oscuro e implacable sobre el único testimonio de existencia de estas criaturas prehistóricas en Bolivia. La tierra podría tragarse parte de los vestigios encontrados en el farallón causando daños severos e irreversibles en este patrimonio turístico de los bolivianos.

Posado en la rama más alta de una palmera, el pichón de cernícalo otea nervioso cada uno de los jardines y corredores de la plaza 25 de mayo. Abajo, la bulla estridente de los turistas y la curiosidad gatuna de los habitantes chuquisaqueños acaban por perturbar su tranquilidad y sosiego. Pero tanto afán y ruido desmedido tienen motivo y justificación propia. La histórica ciudad de Sucre, de calles apacibles y parajes discretos, es otra desde que se inauguró el Parque Cretácico.

Hombres espigados de contextura aparatosa y tez rubicunda hacen su arribo a la capital boliviana buscando afanosamente las monumentales pisadas de los saurios extintos. Jornada tras jornada, las distintas delegaciones de turistas extranjeros recorren calles y avenidas capitalinas solicitando información para dar con el paradero del yacimiento de huellas de dinosaurio más grande del mundo.

Y es que el farallón de la cantera de Cal Orck‘O exhibe estampadas en sus paredes 5000 huellas de diversos dinosaurios. Por estos parajes, cuando la capa de la tierra estaba cubierta de helechos y humedad constante, caminaban cautelosas las manadas de iguanodontes y anquilo saurios, que no escatimaban esfuerzo alguno en cuidarse las espaldas de las feroces embestidas del que fuera el máximo depredador del lugar, el Carno tauro. Este dinosaurio carnívoro de apariencia temible, tenía dos protuberancias en forma de astas en los extremos de su cabeza cárdena, las mismas que lo hacían parecido a un toro de rodeo.

Este tipo de historias -inverosímiles si es que no se tuviera la posibilidad de observar la replica exacta de los animales en el parque- es asimilada y digerida con satisfacción por todos los visitantes que llegan hasta el Parque Cretácico de Sucre. Entonces, el despliegue de la imaginación avanza a pasos de giganto saurio por cada uno de los recodos del parque. Aquí, niños y adultos estremecen su asombro ante las fauces descomunales del Tirano saurio Rex y no pierden la oportunidad de sacarle una fotografía al más visitado y conocido de los dinosaurios de Cal Orck’O.

De esta manera, la atracción en la ciudad de Sucre se centra en las pisadas de las bestias extintas y en la magnífica reproducción a escala de las imágenes de estos asombrosos reptiles. Por cierto, obra encomendada al talento y creatividad de profesionales argentinos y bolivianos.

Sin embargo, la mayoría de visitantes que arriban al parque ignora por completo que la sombra de la extinción puede depositar nuevamente su manto oscuro e implacable sobre el único testimonio de existencia de estas criaturas prehistóricas en Bolivia. La tierra podría tragarse parte de los vestigios encontrados en el farallón causando daños severos e irreversibles en este patrimonio turístico de los bolivianos.

Hacia la extinción

En las afueras de la ciudad, las colinas circundantes a la fábrica de cemento Fancesa guardaron celosas por siglos un tesoro invalorable para la paleontología y sus estudiosos. Ni el más optimista de los profesionales de esta ciencia habría pensado que detrás de esas areniscas rojas y estratos de arcilla colorados, se hallaban ocultas las huellas de los gigantescos reptiles que alguna vez gobernaron el planeta. A partir de las extenuantes y rutinarias jornadas laborales de los obreros de la fábrica de cemento, más un golpe de fortuna, se posibilitó el descubrimiento de este importante reservorio paleontológico. La superficie del farallón, donde se hallan las huellas de dinosaurio, está traspasada por varios elementos tectónicos, en su mayoría fisuras quebradizas en la capa de la tierra, los cuales podrían debilitar la estabilidad de una de las paredes y dañar considerablemente el sector de las pisadas dobles de titanosaurio.

“Durante la primera misión científica, liderada por el doctor Christian Meyer, profesional de la Universidad de Basilea en Suiza, se pudo verificar que la posición del farallón estaba sujeta a varios efectos negativos que inciden en su degradación. Por un lado está la lluvia con su humedad corrosiva, también inflingen daños importantes el viento, la erosión y el crecimiento desproporcionado de la vegetación silvestre, la cual genera grietas en la parte superior del farallón”, sostiene preocupada Roxana Acosta, Directora de Turismo de la Alcaldía de Sucre y gestora importante del proyecto de Cal Orck’O.

En la gestión 2003, el Gobierno Municipal de Sucre elabora un primer proyecto para conservar el estado de las huellas e impedir su deterioro. Se necesitaba con premura la suma de un millón de dólares para impedir el resquebrajamiento de la tierra y la inevitable pérdida de las pisadas. “Fueron muchos y sacrificados los esfuerzos de la alcaldía para obtener esta suma. El primer monto para ejecutar la primera fase de la obra se logra gracias al concurso del Viceministerio de inversión Pública y Financiamiento Externo, se gestionan 157.500 dólares que son destinados a labores paliativas’’, complementa la autoridad municipal.

A comienzos de año, la Alcaldía de Sucre logra un nuevo contacto con el Museo de Historia Natural de Basilea en Suiza y con la empresa internacional Geotest. Esta última es especialista en desastres naturales y cooperó con el museo suizo en temas de conservación de huellas prehistóricas. La misión de paleontólogos llega en febrero para arrancar con la primera fase, trabajando en la impermeabilización por medio de una geomembrana en la zona riesgo del farallón. La idea estuvo centrada en impedir el efecto corrosivo de las lluvias. Así mismo, los científicos suizos instalaron extensómetros en el sector para poder medir el comportamiento formativo del farallón. La intención de los expertos estuvo en observar el tiempo de movimiento de la tierra y con qué frecuencia y rapidez se van separando los estratos sólidos que conforman el farallón de huellas.

Las fallas geológicas

Cada vez que se divisan los negros nubarrones sobre el cerro Churuquella, Roxana Acosta y su equipo de trabajo suspiran inquietos pensando en los posibles daños que acarrearía un aguacero sobre las huellas de dinosaurio. No quieren ni imaginarse los estragos y las pérdidas que ocasionaría el temporal. “Hay que recordar que las fallas geológicas no afectan a todo el farallón. Sin embargo, con una precipitación pluvial de características importantes, un 5% de éste se vería terriblemente comprometido. Y es en esta parte donde se encuentran las pisadas dobles de los titanosaurios. Como se ve, el riesgo de perder estas piezas es inminente, además, no sólo Sucre perdería parte de un atractivo turístico y científico invalorable, lo haría el país en su conjunto’’, añade Acosta.

Según el informe extendido por los científicos Kaspar Graf y Georg Heim de la empresa suiza Geotest, junto a las pisadas de dinosaurio se presenta amenazante una grieta en forma vertical. Mientras que en la parte superior de la zona de riesgo se halla otra abertura de 5 centímetros de ancho y 110 metros de largo. Ambas podrían desencadenar una remoción de tierra y poner fin de esa manera a las placas que contienen registro de vida cretácica.

Este sector, denominado por los expertos como triángulo en proceso deformativo avanzado, debería estabilizarse lo más pronto posible, ya que la época de lluvias está próxima y los trabajos de prevención se verían seriamente perjudicados de no tomar las medidas correspondientes.

Una operación costosa

La única solución para salvaguardar los rastros de dinosaurios en la región de Cal Orck’O es anclar las rocas del farallón con clavos galvanizados de seis metros de longitud que deben cruzar horizontalmente la montaña y sostener de esta forma el peso de las rocas. Para llevar adelante esta operación, se necesitarían entre 600 y 900 clavos con estas características. El costo de este trabajo demandaría la inversión de dos millones y medio de dólares. Cifra altamente costosa si se toma en cuenta los ingresos que perciben las entidades públicas en Bolivia.

Por el momento, la Alcaldía de Sucre, y los científicos suizos se hallan analizando el costo de la operación que podrá preservar por más tiempo las marcas de los dinosaurios. Sin duda, todos quieren aunar esfuerzos para mantener vigente este obsequio de la naturaleza.

Mientras tanto, en la vieja palmera de la plaza principal, el joven cernícalo extiende tranquilo sus alas para desperezarse. El barullo de la gente se va diluyendo a medida que entra la noche. Sucre regresa a la normalidad.

Mauricio Belmonte Pijuán

La contaminación avanza sin freno en el lago sagrado

Los residuos no son el único problema. La introducción de especies foráneas está acabando con los peces nativos y la totora, planta que identifica a la famosa superficie lacustre, está en malas condiciones.

La cantidad de berro acuático y lenteja de agua hace inútil al remo, obligando a Filomeno Choque a utilizar una pértiga de dos metros para moverse en las empantanadas aguas del lago menor del Titicaca, con menos profundidad que el resto del embalse y donde se demuestra que los problemas relacionados con los residuos se han generalizado en la inmensa superficie lacustre.

En este punto, a dos horas y media de la ciudad de La Paz, el color verde es un indicador de la mala salud de la cuenca, afectada por la contaminación proveniente de El Alto, Viacha y otras poblaciones en las orillas de las aguas. La poca profundidad del lugar, además, permite que los desechos aceleren el proceso de destrucción de la zona lacustre y alteren la cadena alimenticia.

El problema de la comida

Uno de los fenómenos más perjudiciales es el ocasionado por los desechos orgánicos —aguas servidas, heces fecales de animales y humanos, vegetación muerta, animales muertos, restos de los mataderos y comida—, pues éstos llevan a que se produzca la deutrofización, que implica un aumento de nutrientes ricos en hidrógeno. Es decir, lo que provoca esto es que la cantidad de alimento del lago menor sea mayor al que las especies nativas, vegetales y animales, pueden procesar.

“Entonces, el sistema comienza a colapsar, interrumpiendo toda la cadena alimenticia, eliminando la producción de oxígeno por medio de la fotosíntesis y empantanando las orillas del lago”, comenta el biólogo Francisco Fontúrbel, quien ha realizado ya varios estudios, principalmente en las zonas de Cohana, la más afectada, Huatajata, Achacachi, Tiquina y Copacabana.

Desde El Alto, los elementos contaminantes llegan a través del río Pallina, tras ser parcialmente procesados por la planta de purificación de Puchucollo. Lamentablemente, ésta no puede realizar su trabajo de forma eficiente al estar diseñada para atender sólo las necesidades de una población de 300.000 habitantes. Y es que en los últimos años, la población de El Alto ha alcanzado ya el millón de personas.

Por otro lado, a lo largo de los afluentes del Pallina funcionan mataderos clandestinos familiares. ´Como son establecimientos precarios, carecen de un sistema de alcantarillado y sanidad efectivo. Por eso, los restos del carneo terminan en el desagüe natural de los ríos”. Esto, según Fontúrbel, aumenta las posibilidades de infección del ganado que pasta en el Titicaca, ya que los animales no pasan por un control de calidad.

“Antes, todo estaba mejor. Ahora, siempre huele mal. Las totoras están podridas y los animales se enferman. Y nosotros no podemos alimentarlos de pescado, ya que no hay ni un ispi cerca de acá´, lamenta Carlos Morales, vecino de Cohana.

Por si fuera poco, la basura plástica que cubre parte las orillas es una muestra de que las comunidades también son parte del problema.

Afecciones para la salud

Lo peligroso es que los principales afectados por el mal estado de salubridad del lago son sus habitantes.

En este sentido, estudios de la Unidad de Limnología de la UMSA y una serie de consultoras demuestran que el agua consumida por los pobladores de Achacachi, Huatajata, Tiquina y Copacabana contiene altas concentraciones de bacterias típicas de las heces fecales de los mismos seres humanos.

Incluso, en los espacios situados tras los restaurantes las aguas se hallan encharcadas y las moscas y los gusanos son abundantes.

Por su parte, especies foráneas como el berro y la lenteja acuática prosperan de manera alarmante, cubriendo la superficie del lago con un manto verde putrefacto que impide que el resto de las plantas pueda realizar la fotosíntesis.

Por todo esto, las turbias aguas rara vez dejan ver lo que hay bajo de la superficie, y cuando se puede atisbar algo uno se da cuenta de que no existen peces de ninguna clase.

Residuos inorgánicos

Pero más preocupante todavía es el aumento del sedimento en el fondo del lago y la presencia de químicos y de metales pesados como consecuencia de la pujante actividad empresarial alteña, las fábricas de Viacha, las barcas del estrecho de Tiquina y la intensa actividad hotelera de Copacabana.

Al igual que en un plato de sopa, la contaminación comienza en las orillas y se va extendiendo al centro, mientras que la ganadería bobina y la basura plástica y metálica ganaron ya terreno al lago. Según datos proporcionados por el investigador Francisco Fontúrbel y el Instituto de Limnología, los cinco metros de terreno embarrado que ahora se ven en las orillas fueron hace 10 años parte del fondo del lago. Sin ir más lejos, María Quispe, vecina de Cohana, recuerda que las olas lamían antes los cimientos de su casa, que actualmente se encuentran a siete metros del límite.

Especies introducidas

Otro de los quebraderos de cabeza para los habitantes del lago es el de la progresiva introducción de especies foráneas, que compiten con las nativas. La competencia por la comida es voraz y, paradójicamente, son los nuevos animales, como la trucha y el pejerrey, los que tienen mayores posibilidades de sobrevivir.

El pejerrey, por ejemplo, es sumamente adaptable y un feroz depredador, y las colonias de este pez suelen dominar los ecosistemas donde son introducidos. Algo similar ocurre con las truchas. Además, su carne es más cotizada que la de las especiales locales, y en los criaderos se alimenta a la trucha y al pejerrey con los peces nacionales del mismo Titicaca, como el ispi.

La consecuencia es que especies como el Telmatobius culeos o rana del lago ya no existen en ciertas zonas como Huatajata y Achacachi.

En este contexto, únicamente algunas aves como el pato de pico azul son capaces de subsistir sin demasiados agobios. En este caso, la clave radica en su potente estómago, que es capaz de digerir los gusanos y los caracoles infectados que habitan en los totorales sin sufrir daños. Una suerte, pues hasta la ganadería corre serio riesgo al ingerir los alimentos contaminados próximos a la planta más tradicional del lago.

Un junco en peligro

Y es que la totora es el vegetal del lago por excelencia. No por nada, desde hace siglos los pobladores de la ribera emplean sus tallos para construir viviendas, embarcaciones y como fuente de alimento.

´Antes, los totorales eran frescos y jugosos. Ahora tienen grasa que vienen de los desagües´, asegura Filomeno Choque con gran tristeza.

Esta situación, sin embargo, no detiene a los dueños de ganado, que administran la planta como forraje para vacas y burros, que quedan infectados con parásitos como la faciola hepática, que puede atacar a los seres humanos. Según los científicos del Instituto de Limnología, el parásito mencionado amenaza el hígado de los vertebrados, cavando galerías en el vital órgano.

´Por otro lado —dice el biólogo Rubén Marín—, el caótico panorama se completa con la presencia de las bacterias y los contaminantes provenientes de las industrias´.

Posibles soluciones

Con todo, también hay algunos aspectos positivos que se pueden rescatar, sobre todo desde que Cohana advirtió acerca de los altos niveles de contaminación del lago.

Desde ese momento, diversas organizaciones, tanto públicas como privadas, hacen estudios para determinar posibles soluciones. Y las propuestas van desde planes de educación hasta millonarios proyectos para tratamiento de aguas.

En este sentido, la Prefectura del departamento de La Paz está desarrollando un complejo programa que incluiría la construcción de plantas de purificación en los distintos afluentes del mítico lago. Asimismo, está prevista la ampliación de la planta de Puchucollo y el dragado de aguas de bahía Cohana. En este último punto, los vecinos, a cambio de ocho proyectos regionales subvencionados por la Prefectura, ya están trabajando en la limpieza manual de la lenteja de la superficie. Aunque eso más que una solución real es un paliativo.

´El problema con nuestros planes es que como el lago está entre Perú y Bolivia es internacional, por lo que el trabajo debe efectuarse entre el Ejecutivo nacional y el país vecino´, sostiene Alejandro Zapata, secretario de la Prefectura encargado de monitorear el Titicaca.

Por su parte, Wálter Valda, viceministro de Cuencas, asegura que el Gobierno boliviano está tomando las medidas necesarias para controlar el asunto, tomando en cuenta la participación de diversos sectores de la sociedad, especialmente los pobladores de las riberas del lago. ´Todo trabajo que hagamos en el Titicaca debe contar con la participación de los originarios de la región, pues ellos son quienes mejor conocen el lugar´.

Y los científicos también lo tienen claro. Para ellos, lo esencial es una labor integral. Así lo apunta al menos Francisco Fontúrbel. ´Si no se hacen bien las cosas, sería como tratar una infección limpiando sólo el pus. Hay que dragar el lago, tratar las aguas, repoblar las especies piscícolas y procurar un buen manejo del territorio, pues, caso contrario, miles de personas quedarán en la calle sin medio de ingreso y desaparecerá una de las cuencas más importantes de la región´.

Jorge Soruco

Machu Picchu, en riesgo de dejar de ser Patrimonio de la Humanidad

Es por la construcción ilegal de un puente sobre la vía que conduce a la ciudadela inca de Cuzco. Machu Picchu corre el riesgo de perder el estatus de Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad que le otorgó en 1981 la UNESCO debido a la construcción ilegal de un puente sobre la vía que conduce a la ciudadela inca, alertó ayer la ministra peruana de Comercio Exterior y Turismo, Mercedes Aráoz.

La ministra arremetió contra varias autoridades de la zona, pero en concreto acusó a la alcaldesa de La Convención y promotora de la infraestructura, Fedia Castro, de quien dijo que está "totalmente fuera de la ley, sin respetar las órdenes judiciales". Y es que la Justicia ordenó en julio pasado, cuando se anunció el proyecto, detenerlo porque viola las leyes de áreas protegidas y de patrimonio cultural.

"Si perdemos el nombre de Patrimonio de la Humanidad le haríamos un daño tremendo a nuestro principal icono turístico", señaló Aráoz, al explicar que en febrero próximo funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) visitarán Perú para observar el estado de conservación del lugar.

Agregó que en lo que va de año, Machu Picchu ha recibido 500.000 turistas, un 75 por ciento de ellos extranjeros, y alertó de que si se verifica que "no es un patrimonio cuidado", se perderán "divisas importantísimas".

Los alcaldes de la zona donde se construye el puente, en la provincia de Cuzco, están enfrentados desde julio con el Instituto Nacional de Cultural (INC) porque consideran que no se les permite el desarrollo económico que necesitan.

La titular de Turismo sostuvo que "en octubre pasado se llegó a un acuerdo para trabajar en una estrategia de desarrollo carretero, ferroviario y aéreo, incluyendo un helipuerto, en la zona de Santa Teresa que es la que más necesita, pero por el lado donde no se hace daño al patrimonio".

También en declaraciones a Radio Programas del Perú (RPP), la directora del INC, Cecilia Bákula, dijo hoy que "los bienes del patrimonio cultural de la nación son de todos los peruanos y preservar Machu Picchu no es estar en contra de los intereses locales ni regionales, sino es una supranecesidad, es un supraderecho, es un suprainterés".

Agregó que "si Machu Picchu es puesto en la lista de riesgo, esto significa que a los ojos del mundo Perú aparece como un Estado incapaz de conservar aquello que ha sido declarado como patrimonio". El agravante -agregó- es que cuando un país acepta que uno de sus bienes sea declarado Patrimonio Cultural o Natural de la Humanidad asume el compromiso de preservarlo.

Fuente: La Vanguardia

El monasterio de la sabiduría

Strahov, en la zona de El Castillo de Praga, alberga, entre otras joyas, una valiosa biblioteca con antiguos manuscritos. Estrechamente vinculado con la historia de Praga, El Castillo alberga una serie de iglesias, palacios, museos y calles históricas: un conjunto ineludible en la capital de la República Checa. Uno de ellos es el Monasterio de Strahov, fundado en el año 1140 por la orden religiosa de los premonstratenses, que guarda grandes obras de arte, desde la época medieval hasta nuestros días. Instalado en una zona de particular belleza, a eso se suma la visión de la ciudad desde los jardines del monasterio: una postal de cúpulas, tejados, colinas verdes y el río Moldava.

Strahov fue construido por mandato del príncipe Vladislav II, para los monjes de la orden de los premonstratenses, fundada en el siglo XII y con una gran influencia en la Europa medieval, especialmente en el terreno político y en la enseñanza. El emperador Carlos IV lo incluyó dentro del perímetro de las murallas de Praga. El monasterio sufrió varias modificaciones, hoy de estilo gótico, aunque conserva huellas de estilo románico. Desde 1953, es también la sede del Museo Nacional de Literatura checa.

Caminar por el lugar es recrear épocas pasadas, en medio de una atmósfera de sabiduría, como una sala dedicada al pensamiento del maestro checo Jan Hus, reformador y rector de la universidad de Praga. Los escritos reproducen sus célebres sermones de la capilla de Belén, por los que el concilio de Constanza lo condenó a la hoguera en 1415. En las paredes del museo está su histórica profesión de fe: "¡Maldición a mí si me callo!"

En la biblioteca histórica del monasterio de Strahov se pueden ver innumerables manuscritos ilustrados medievales, como un códice que muestra a San Marcos, sentado de frente y leyendo. El fondo dorado contrasta con el rojo violeta de su manto y del escritorio. La biblioteca guarda joyas capaces de alterar a cualquier bibliófilo: en ella hay miles de manuscritos, como una Biblia completa, realizada por monjas en el siglo XIII.

También está el registro de los años más recientes y la obra de uno de los escritores checos más importantes, Jan Neruda (1834-1891), que describía la realidad con agudeza y humor. Su obra más importante es "Cuentos de Mala Strana".

Otra de las salas es la Teológica, de estilo barroco. Allí se pueden contemplar globos terráqueos fabricados en los siglos XVII y XVIII y el manuscrito más antiguo de monasterio, un Evangelio en pergamino del siglo IX. En la sala Filosófica, de estilo clásico, el techo está decorado con un fresco del siglo XVIII. Es del pintor checo Franz Maulbertesch y muestra "La lucha de la Humanidad por el conocimiento de la sabiduría auténtica".

Josefina Mol.

Cartagena, legendaria y sensual

El pulso de la ciudad vieja, bajo la mirada de un enviado. La deslumbrante arquitectura, la historia, los mitos y los personajes.

"Vivan los novios", grita un hombre de frac y largas patillas apenas la pareja traspone el atrio de la iglesia. Suenan las campanas, hay más gritos de felicitaciones, besos y manos que agitan galeras al aire. Florentina y el aristocrático médico Juvenal saludan y parten en un mateo. A los pocos metros, la mujer vuelca levemente la cabeza hacia la iglesia, como buscando a alguien o algo entre tanta gente. "Corten", indica el director.

Ignacio debe andar por los 70 años, es alto y flaco, y tiene la piel de la cara ajada y los ojos verdes. Ignacio se aburrió del mar, de tanto horizonte azul y parecido; y se cansó también de tantos sacrificios durante casi 30 años en un barco pesquero. Ahora está parado detrás de unas cintas rojas y blancas que impiden acercarse a la iglesia San Pedro Claver, donde acaban de casarse Florentina y Juvenal. Parece feliz Ignacio: todos los días sale temprano a vender su mercancía y todos los días las calles le muestran algo distinto. En sus manos lleva un manojo de collares de caracoles y piedras de colores brillantes, pero no los ofrece. No quiere perderse ningún detalle de la filmación de la película "El amor en los tiempos del Cólera", basada en la novela homónima de Gabriel García Márquez, que ha inundado de idiomas, cables y cámaras las históricas y legendarias calles de la ciudad amurallada de Cartagena de Indias.

Entre lo mágico y lo real

No fue necesario acondicionar el escenario para filmar la toma del casamiento. Es que en el casco viejo de Cartagena —declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984— la vida parece fluir según tiempos y reglas propias, a mitad de camino entre la ficción y la realidad, entre lo mágico y lo real.

Cómo clasificar sino a esos hombres durmiendo en las troneras donde hace siglos se disparaba contra los piratas; a esas parejas apoyadas contra las murallas jurándose amor eterno; a sus rumorosos mercados callejeros; a las calles que cambian de nombre en cada esquina; a esos balcones recargados de flores multicolores; a los vendedores de tutti frutti, que llevan jugo helado en enormes ollas con ruedas; a las centenarias iglesias y los secretos que encierran; a esa exuberante vegetación que amenaza con avanzar sin límites; a los vendedores de pescado que silban en busca de clientes; al traqueteo de los mateos contra los adoquines. Todo está resguardado tras estos 11 kilómetros de murallas de tres metros de espe sor. Un ambiente sensual y envolvente, más cercano al realismo mágico que al globalizado siglo XXI, que encarna personas, historias, calles, plazas. Y que conquista al viajero a primera vista.

Más allá de las murallas, en la península de Bocagrande, El Laguito y Castillo Grande, la ciudad nueva se mueve a otro ritmo: el de los centros de compras, los grandes hoteles, las discos, casinos y restaurantes.

En estas zonas también se encuentran las playas: amplias y de aguas templadas, con el colorido que le aportan las palenqueras con sus canastas con frutos tropicales sobre la cabeza y el vuelo de las María Mulata —el poético nombre que reciben aquí los cuervos—, pero sin los soñados condimentos de las playas caribeñas. La arena de la costa no es blanca ni dorada, sino más bien gris; y el color del mar oscila entre el verde y el azul oscuro.

Para disfrutar de un día de playa al mejor estilo caribeño, hay que tomar un barco en el Muelle de los Pegasos que a los 40 minutos dejará en las Islas del Rosario, un paraíso de aguas turquesas, peces multicolores y arenas doradas. Sin embargo, Cartagena es fundamentalmente un destino cultural, que invita a recorrer un escenario donde todo huele a secretos lejanos; donde su deliciosa arquitectura colonial está intacta; donde todo recuerda a conquistadores, piratas y aventureros.

Llave de las Indias

Enmarcada por una profunda y luminosa bahía sobre la costa del Caribe colombiano, a 1060 kilómetros de Bogotá y con 1.200.000 habitantes, Cartagena fue fundada en 1533 por el conquistador español Pedro de Heredia y se convirtió en el enclave principal entre los siglos XVI y XVIII del Nuevo Reino de Granada.

La llave de las Indias, como se la llamó por su estratégica ubicación para los galeones que partían del Nuevo Mundo a España cargados de riquezas, fue dotada del mayor sistema defensivo de América para protegerla de los constantes ataques de piratas y ejércitos enemigos de la corona española.

La prosperidad de la Cartagena colonial aún se percibe en sus iglesias y conventos; en las cúpulas renacentistas que se asoman entre ese mar de techos de tejas de barro a dos aguas; en las fachadas de sus casas, en los balcones andaluces y en los palacios y mansiones.

El gigante de piedra

Al pie de la muralla, cuya construcción se inició en 1602 y terminó dos siglos después, está el imponente Castillo de San Felipe de Barajas, el fuerte militar más importante que España levantó en América. Es un gigante de piedra con túneles, falsas puertas, pasadizos que ocultaban soldados armados hasta los dientes y hasta un sistema para hacerlo explotar si caía en manos enemigas.

Los primeros en asediar Cartagena fueron los piratas franceses Baal y Coté y los ingleses Hawkings y Francis Drake. Algunos de estos ataques, como el comandado por Baal en 1544, quien logró llevarse una importante carga de riquezas, decidieron a los españoles a iniciar distintas obras de fortificación de la ciudad, algo que la convertiría en invencible.

Así lo comprobó el almirante inglés Vernon, quien en 1741 se retiró derrotado pese a haber llegado con una flota de 186 barcos y 15.000 hombres.

"La batalla duró dos semanas. Los combates fueron sangrientos. El marino español Blas de Lezo, un hombre cojo, tuerto y manco, que tenía a su mando apenas 3.000 hombres, logró rechazar a los ingleses", cuenta el guía Walter García, junto a la estatua de Lezo, "El medio hombre", que con un parche en un ojo, pata de palo y un sable en la mano izquierda preside la entrada al castillo.

Esta batalla y los combates de los criollos liderados por Simón Bolívar que en 1811 le permitieron ser la primera ciudad de Colombia en independizarse de España, le valieron el nombre de "Cartagena, la heroica".

Muy cerca de ese icono del pasado guerrero de la ciudad que es el castillo, se encuentra el punto más alto de Cartagena: el cerro de la Popa. Está a 186 msnm y en su cima se recorta el convento construido en 1607 por los frailes agustinos en honor a la Virgen de la Candelaria. Para llegar hasta allí hay que sortear un angosto y empinado camino y una vez que se llega a la cima, algo más difícil aun: esquivar al batallón de vendedores que espera en la puerta del convento y que, como en toda Cartagena, son tan insistentes como implacables.

Sede de la imagen de la Virgen de la Candelaria, el convento es además un mirador privilegiado desde donde se puede apreciar que la ciudad es un collar de islas engarzadas en medio de canales y el mar.

Siglos de historia

Más allá de algunas paradas obligadas, quizá la mejor manera de recorrer la ciudad amurallada sea hacerle caso a la curiosidad, dejándose llevar por sus estrechas calles por aquellos sitios que llamen la atención. Entonces guiarán los pasos la belleza de esa cúpula; el impulso de ver la ciudad desde la explanada de las murallas; el colorido de un balcón; el poético nombre de una calle o el antiguo portal de una casa.

La Puerta del Reloj es la principal entrada a la ciudad vieja y un buen punto de partida. Apenas se atraviesa, se desemboca en la Plaza de los coches. Aquí, en la época colonial, Cartagena mostraba su cara más cruel: el comercio de esclavos. Aquí se los aseaba, se los pesaba y se los vendía por toneladas al mejor postor.

Ahora, desde esta plaza parten los clásicos coches —como llaman a los mateos— que recorren la ciudad al trotecito. Frente a la plaza está el Portal de los dulces, una larga recoba en la cual viejas y simpáticas mujeres ofrecen en sus improvisados puestos dulces de tamarindo, papaya y coco, polvorosas y cubanitos.

Muy cerca de allí, siguiendo la muralla, se llega a la iglesia San Pedro Claver, cuyo nombre es un homenaje a "El apóstol de los negros", el sacerdote español que se hacía llamar "El esclavo de los esclavos" y que consagró su vida a aliviar sus sufrimientos. La iglesia, frente a la plaza donde predicaba, fue construida a principios del siglo XVII; es la más importante de la ciudad y, tal vez, también la más bella. En una muestra del afecto que aún se le profesa a San Pedro Claver, sus restos son exhibidos en una caja de vidrio al pie del altar.

A tres cuadras de allí, tomando hacia el centro de la ciudad, se llega a la iglesia Catedral, la Plaza Bolívar y el Palacio de la Inquisición, donde tenía su sede el temible Tribunal de Penas del Santo Oficio.

Hacia el interior de la ciudad, el ambiente se vuelve más local. En los puestos callejeros se ofrece desde discos, frutas y remeras hasta tapas de luz y enchufes. "Más barato que en el Once", me grita uno de los vendedores. Sorprendido por esa referencia tan porteña, camino hasta su puesto. "La usamos para atraer a los argentinos. ¿Cómo los reconocemos? Son parecidos a los italianos, pero más serios", dice mientras me entrega el vuelto por un pedazo de sandía que acaba de venderme.

En la calle del Curato, a pocos metros de las murallas, una parada obligada: la casa de Gabriel García Márquez. La construcción —con altos paredones a prueba de curiosos y una privilegiada vista al mar Caribe— es la única que se diferencia del estilo colonial del casco viejo.

A cuatro cuadras de allí, la plaza Santo Domingo es el epicentro de las noches cartageneras. Justo frente a la iglesia Santo Domingo —el templo más antiguo de la ciudad—, entre las mesas de los bares y la escultura de la gorda Gertrudis, de Fernando Botero, se mueven juglares, caricaturistas, mimos.

La noche seguirá con los exquisitos sabores de la mesa colombiana y con el pegadizo y alegre ritmo de cumbias y vallenatos en las discos El Muelle y Mister Babilla. Pero antes hay tiempo para cumplir con el ritual de dar un paseo en coche por el casco antiguo. Y alentar la ilusión de descubrir el secreto con el que Cartagena hechiza a quien pisa sus calles cargadas de magia y de siglos de historia.

Eduardo Diana, Clarin.

Una travesía por las orillas del río Lauca

Una alfombra roja, rosada y blanca cubre la laguna Saquewa y el islote Sacabaya. El silencio absoluto del altiplano sólo es roto por el suave chapoteo de las delgadas patas de los flamencos, quienes recorren las sulfurosas aguas del embalse buscando alimento. A unos 200 metros del grupo de aves, se levanta el mirador Calanguiri, construido recientemente, donde turistas y biólogos del Parque Sajama observan a los plumíferos mediante sus binoculares y telescopios provistos por los guías nativos de las tres comunidades que forman parte del circuito turístico del río Lauca, en Oruro.

Poco antes de semejante espectáculo, los visitantes —entre ellos las familias del representante residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Antonio Molpeceres, y del embajador de México, Antonio Zabalgoitia— recorrieron durante cuatro horas la silenciosa planicie orureña, a pie y en vehículos, disfrutando de las chullpas, tumbas que se observan en un radio de unos 20 kilómetros.

Este circuito —que se puede contratar en el número 2193 de la avenida Sánchez Lima de la ciudad de La Paz— es el resultado de un proyecto financiado por el PNUD, pero que surgió por iniciativa de las tres comunidades de la zona: Macaya, Sacabaya y Julo, que decidieron aprovechar las majestuosas chullpas multicolores, que se alzan por toda la región, y las dos lagunas, Macaya y Saquewa, pobladas por, al menos, tres especies diferenciadas de flamenco.

La iglesia de Macaya

A 41 kilómetros de Tambo Quemado, a casi cuatro horas y media de viaje en automóvil desde La Paz, se encuentra la comunidad de Macaya, punto de partida del recorrido turístico. El costo del paseo es 12 dólares americanos para los ciudadanos extranjeros, 10 dólares para los bolivianos y entre ocho a cinco para los estudiantes y niños.

Junto a la compañía de un guía turístico, el viajero recibe una bolsa con todas las provisiones necesarias: una botella de agua, una bolsita con una mezcla de granos loca- les y uvas pasas y un paquete de charquecán con papa. Los guías, todos ellos pobladores originarios de una de las tres comunidades, son asignados uno por cada grupo.

Flavio Choque, vicepresidente de la empresa regional del circuito turístico del río Lauca y también guía, es el encargado de ensalzar las bondades de Macaya. ´El pueblo de Macaya mantiene el aspecto con el que nació hace unos 100 años. Las casas son todas de adobe y pocos son los tejados formados por calaminas metálicas´, explica mientras lleva a los visitantes por medio de la población hacia la iglesia, ubicada a unos 500 metros sobre un gran promontorio.

El templo es pequeño, de una sola nave y de color completamente blanco, producto del estuco y de las piedras volcánicas que lo conforman. Fue construido hacia los años 20 y ha sido sometido a constantes saqueos. Su estilo recuerda mucho al de las construcciones coloniales que pueblan el Altiplano, pero su origen es más reciente y su fachada carece del color terroso.

Los colores de la laguna

A pocos pasos de la iglesia, se halla el mirador Macaya, desde donde se aprecia una laguna con el mismo nombre, la más pequeña de las dos que se ven durante el recorrido.

´En ella se puede distinguir a tres especies de flamenco. Los más rojos son los flamencos chilenos (Phoenicopterus chilensis). Los de plumas blancas son las parinas chicas (Phoenicoparrus jamesi) y los que son completamente blancos son los flamencos andinos (Phoenicoparrus andinus)´, sintetiza Flavio apuntando a cada animal.

En la región, entre tanto, hay ricos yacimientos de bórax y azufre, que son los elementos que se filtran en el fondo de los embalses, de poca profundidad, dotándoles de reflejos cobrizos, blancos y ámbar.

Pese a su belleza, en sus cercanías hay que extremar las precauciones. ´Hay que evitar que los turistas metan la mano al agua o traten de tomarla´, advierte Flavio. Lo que pasa es que el exceso de azufre y otros minerales hace que resulten sumamente dañinas para el ser humano.

Majestuosas tumbas

Abordando los vehículos, la caravana de turistas se dirige al sur, siguiendo la ruta hacia Sacabaya, la segunda población del circuito.

Atravesando antiguos caminos de herradura, los visitantes pueden disfrutar de impresionantes montañas, entre ellas el ´Doctor Sajama´ —uno de los cerros más altos de Bolivia— y las Tres Marías.

Pero lo que llama la atención alrededor de la ruta son unas extrañas construcciones de barro que conservan incluso las coloraciones originales. Se trata de las chullpas, tumbas hoy vacías de tesoros que durante años estuvieron expuestas a saqueos. Por suerte, algunas de ellas todavía conservan los restos de quienes alguna vez fueron personalidades de los reinos aymaras y del imperio incaico.

Flavio cuenta cómo participó de la restauración de los monumentos funerarios. ´Las chullpas más viejas, las que ya casi no tienen color, son del siglo XV, y por lo que hemos podido ver mientras reparábamos las tumbas, esta región era una especie de campo santo´.

Todas las chullpas se levantan en pareja, ya que en la cosmovisión andina el hombre está siempre con su contraparte, la mujer; y el significado de sus patrones de diseño, poco comunes, no ha sido descifrado aún por los expertos.

De entre todas, mientras, una tumba destaca sobremanera. Pintada de escarlata, con una cruz blanca y rodeada de extraños símbolos, su fachada se asemeja a un rostro sorprendido. Muestra, además, dos pequeños orificios, donde antaño se colocaban ofrendas.

Un mirador privilegiado

Más al sur, antes de llegar al poblado de Julo, está el arenal de Crusani. Parecidas a un inmenso plato de helado granizado, las dunas, de arena limpia y blanca, son la señal que indica que el camino es el adecuado para arribar a la última etapa del viaje: la laguna de Saquewa.

Este cuerpo de agua es más grande que el de Macaya e incluso cuenta con una pequeña isla en el medio. También está más saturado de sales y otros minerales, por lo que el aire tiene un ligero olor a azufre, y el suelo está cubierto con cristales de sal.

La laguna, asimismo, cuenta con una mayor población de flamencos, lo que le convierte en un espectacular enclave. Allá, en el mirador Calanguiri, han sido instalados telescopios y binoculares para que los turistas y los biólogos que trabajan en el Parque Sajama puedan observar el vuelo de cualquier plumífero, aunque la actividad se debe realizar en el más absoluto de los silencios.

El mínimo ruido espanta a las aves y hace que levanten el vuelo de manera inmediata, lo que es un perjuicio para los científicos, que ven impotentes una y otra vez cómo su trabajo tiene que ser interrumpido porque los fotógrafos visitantes se acercan demasiado a las orillas, en busca de obtener la toma perfecta.

Jorge Soruco

Llanos de Moxos (Beni). Descifrando sus misterios

Las excavaciones arqueológicas en los montículos o ‘lomas’ en las cercanías del pueblo de Casarabe, en Beni, dan nuevas ‘luces’ sobre la cultura que los habitó. Se recuperaron más de 50.000 fragmentos de piezas cerámicas, se encontraron tumbas. La de un posible chamán es la más llamativa. Los descubrimientos replantean muchas hipótesis. La investigación en la región inicia una nueva etapa a partir de lo encontrado.

Durante muchos años las investigaciones arqueológicas de las culturas andinas fueron como una gran montaña que ensombrecieron los trabajos realizados en la Amazonia boliviana y en especial la de los extensos Llanos de Moxos en Beni. Esta gran montaña, muchas veces elevada sobre la base de prejuicios y falta de información, fue contrarrestada por investigadores que a lo largo del siglo XX trataron de demostrar que esa región, en especial los montículos o lomas, guardaban un rico legado cultural, no menos importante que el de otras partes del país. Sin embargo, aún hoy son muy pocos los análisis científicos que han aclarado la función que estas estructuras artificiales tenían para la sociedad o sociedades que las habitaron y han seguido generando innumerables especulaciones. Buena parte de esas lomas sufrió la erosión, fueron usadas para la agricultura y han sido víctimas del saqueo ilegal.

Uno de los intentos por sacar de las sombras el misterio que esconden los Llanos de Moxos es el proyecto Lomas de Casarabe, que a principios de mes concluyó las excavaciones en uno de los montículos cercanos al pueblo del mismo nombre y que, entre otras cosas, ha develado que hubo presencia humana en un periodo de 1.000 años, rescató valiosos fragmentos de piezas cerámicas y realizó las primeras excavaciones científicas de entierros humanos.

La población de Casarabe se encuentra a 50 kilómetros al este de la ciudad de Trinidad. En territorios aledaños se levantan montículos prehispánicos que llegan a medir más de 20 metros de alto. En dos de ellos, Loma Mendoza y Loma Salvatierra ha trabajado el proyecto integrado por investigadores del Instituto Alemán de Arqueología y de la Unidad Nacional de Arqueología de Bolivia.

En 1999 iniciaron el recojo de materiales en la Loma Mendoza (5 metros de alto) o Cortada, como también es conocida, ya que fue en parte destruida en la construcción de la carretera entre Santa Cruz y Trinidad. La búsqueda de datos se realizó por cuatro años hasta que decidieron iniciar excavaciones en la Loma Salvatierra (8 metros de alto), donde trabajaron durante otros tres.

El primer paso era demostrar que las lomas estudiadas no fueron formadas por procesos naturales, como es la hipótesis de los arqueólogos Bernardo Dougherty y Horacio Calandra que cuestionaron el carácter artificial de las lomas de Beni después de sus investigaciones en los años 80. "Comprobamos que las cerámicas, huesos humanos, de animales y de la misma basura eran producto de asentamientos humanos de entre el 400 al 1.400 después de Cristo y que se construyeron plataformas superpuestas a lo largo del tiempo. En el caso de la Loma Salvatierra, por ejemplo, el sector habitacional se encuentra sobre una terraza que está en el centro del sitio y hay otra parte que ha servido casi exclusivamente como cementerio", explica el arqueólogo alemán Heiko Prümers, director del proyecto.

Una de las novedades de estas excavaciones fue encontrar cerámica muy diferente a las halladas en regiones como Bella Vista y San Ignacio, lo que para los especialistas del proyecto los anima a sostener la idea de que la región no tenía una unidad cultural y más bien que cohabitaron varias en la región y en la misma época "La diversidad cultural parece ser una de las características de lo que hoy llamamos Moxos, porque hay diferencias marcadas que se reflejan no sólo en la variedad de cerámica, sino también en la existencia de Lomas grandes en una zona, mientras que en otra prevalecen los camellones o los terraplenes. Tal vez muchos han creído que por ser una planicie grande y al tener un río como el Mamoré que la cruza por el medio, eran una sola cultura ", opina Prümers.

Los llanos de Moxos se caracterizan por pastizales y sabanas de monte bajo, los que cubren gran parte de su territorio y en menor cantidad tiene montes, lagunas y ríos. Las lomas artificiales son parte inseparable de su paisaje. El primero en investigarlas científicamente fue el noruego Erland Nordenskiöld que a principios del siglo XX realizó excavaciones en las lomas Hernmarck, Velarde y Masicito. En ellas encontró cerámicas que tenían vinculaciones estilísticas con otras culturas amazónicas. Otro gran difusor de la riqueza cultural de la zona fue el ingeniero estadounidense Keenneth Lee, que vivió en Beni hasta fines de los 90 y que creía que los antiguos mojeños eran pueblos que habían sabido controlar las épocas de sequía y de inundaciones gracias a sistemas hidráulicos en los que estaban involucrados las lomas, terraplenes y camellones. Lee también consideraba que en el territorio beniano existían 20.000 lomas de diversos tamaños. Una cifra que no se ha confirmado, y que para algunos científicos parece exagerada.

Otro de los aportes de las investigaciones en la Loma Salvatierra es que existe un terraplén poligonal que rodea el sitio encerrando una superficie de aproximadamente 20 hectáreas que fueron descubiertas a través de imágenes satelitales y trabajo de campo que estuvo a cargo de Umberto Lombardo. "Por lo que hemos visto la loma no es sólo el montículo, sino un complejo estructural que incluye cañadas, sistemas de canales y un terraplén poligonal. Además de un evidente contacto y comunicación entre las lomas de la zona", explica el investigador. La codirectora del proyecto es la boliviana Carla Jaimes, que estuvo encargada de analizar los artefactos cerámicos que fueron recuperados. Hasta el final de la excavación se registraron más de 50.000 fragmentos de piezas, que la arqueóloga junto a un grupo de siete ayudantes se encargaron de clasificar. Jaimes comenta que pudieron encontrar seis fases cronológicas de las cerámicas. Es decir que de los 1.000 años de ocupación se puede apreciar cómo han ido cambiado de forma y de características en las sucesivas ocupaciones que tuvo la loma. Pero, según la investigadora la cerámica no era el material más importante "seguramente tenían hermosos objetos hechos de maderas, de frutos y otros elementos orgánicos. Estando en el trópico es lógico que ellos hayan trabajado con maderas de bibosi, mara, chonta y hubieran tenido cestería junto a tejidos, porque hemos encontrado ruecas cerámicas, que es una prueba de que hilaban. Es decir que tal vez la usaban para guardar cosas líquidas o para cocinar", dice Jaimes, que agrega que se encontraron también estatuillas de muñecas o 'figurinas', que por el contexto donde se las halló tenían una función doméstica y no de divinidad como en un principio se creyó.

Jaimes indica que la cerámica de la Amazonia tiene las características de inciso punteada. Es decir que son técnicas en la que cuando la cerámica está secando se le realiza incisiones con algún objeto puntiagudo y se le dibujan triángulos, líneas y otras figuras. Punteada es cuando se han utilizado los dedos u otro material para hacer puntos alrededor de la vasija. Los preconceptos han metido en la misma bolsa a la cerámica inciso punteada de la Amazonia, sin embargo dentro de esa técnica se ha demostrado que existe una gran cantidad de variantes y las de Moxos no son la excepción. Las que se encontraron en Loma Mendoza y Salvatierra son similares, pero son muy diferentes a las que se han recuperado en otras zonas, por lo que para la arqueóloga no se podría hablar de una sola cultura en la región sino de muchas.

El proyecto Lomas de Casarabe desenterró cerca de 80 esqueletos humanos. Lo curioso es que los cuerpos fueron sepultados en posiciones diferentes y el único patrón común que se encontró fue la orientación que se les dio a las tumbas que estaban en dirección norte sur. Lo más llamativo fue el descubrimiento de un esqueleto que al parecer pertenecía a una figura importante dentro de la sociedad en la que vivió. Eso lo han reconocido a través de los adornos que llevaba cuando fue enterrado. El esqueleto fue llevado a Alemania para su estudio y se ha podido comprobar que tenía entre 35 a 40 años. Cargaba collares de cuentas, colmillos de tigre y otros elementos que Prümers halló muy parecidos a los de una foto de los años 30 de un chamán ecuatoriano. Lo cierto es el cuerpo aún está en estudio y esperan que aporte nuevos datos.

El arqueólogo alemán dice que el próximo año regresarán para realizar un último análisis y luego preparar la publicación de sus resultados. Aclaró también que éste es sólo uno de los primeros pasos para conocer las culturas que poblaron Moxos y aún hay muchas lomas por estudiar. Otros grupos de arqueólogos tendrán la misión de seguir el camino iniciado por el proyecto Lomas de Casarabe.

El trabajo de campo y otros datos

El proyecto trabajó en los últimos años en la Loma Salvatierra en épocas secas. Fueron tres meses continuos de excavaciones. Las piezas encontradas luego eran lavadas con agua y cepillos. Los fragmentos de cerámica eran clasificados, dibujados, fotografíados y si estaban todas sus partes se restauraban.

- La cerámica recuperada es entregada al Museo Etnoarqueológico de Beni Kenneth Lee.
- Se encontraron tres flautas de cinco huecos hechas de huesos de animales. Dos estaban en un entierro y la otra en otro contexto.
- Los restos de animales y parte de la basura también es analizada , porque dan pautas del clima y características de cada periodo.
- En el cuerpo del posible ‘chamán’ se encontraron pequeñas piezas de cobre. Un material que no se encuentra en la región. Estos materiales aún se están analizando.
- La distribución histórica de los hablantes de Arawak tiene muchas coincidencias con las culturas de las lomas arqueológicas .

Estudios más recientes demuestran que la distribución de lomas y camellones prehispánicos también tiene elementos en común con grupos que no son Arawak (Pano , Tupi- Guaraní y grupos sin clasificación, indica el investigador Clarck Erickson).

Ricardo Herrera F., El Deber