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El Describidor

La ruta del té inglés

El rito del té es una marca registrada de Inglaterra que abarca a Escocia y a Gales. Dicen que la bruma ya no impera, como en otros tiempos, en Londres, la capital inglesa, pero que cierto vapor perfumado atraviesa el aire cuando el Big Ben marca la hora indicada. Esa en la que las tazas y las teteras consuman el histórico rito. No es, como muchos creen, a las "five o'clock", sino, puntualmente, a las cuatro de la tarde. Hablamos, qué duda cabe, de una de las más arraigadas tradiciones británicas —la del té— que involucra también a Escocia y Gales y que desbordó esas fronteras instalándose en otras ciudades del mundo, incluso en Buenos Aires.

Cuentan que fue Anna Russell, séptima duquesa de Bedford, quien inició este acontecimiento social, una tarde de 1840, tras ordenar un refrigerio liviano de panes y tartas para calmar su hambre antes de la cena. Encantada con el tentempié, a la dama se le dio por repetirlo convocando a sus amistades. Desde entonces, el té se ganó un lugar como la infusión característica del Reino Unido.

Por las calles de Londres

En Londres, cuna del punk y el pop, este ritual tiene más de un domicilio reconocido. Cientos de confiterías sirven té, acompañándolo por lo general con deliciosos dulces.

Uno de esos sitios —tal vez uno de los más populares de la ciudad, es el Brown's Hotel, en Mayfair. Ubicado a pocos minutos de caminata de Bond Street, el gran paseo de compras y la zona de los teatros, se lo considera una institución en la materia. Recientemente remodelado, el hotel garantiza exquisitas mermeladas caseras y un catálogo de elaboración propia. Todo esto en su English Tea Room, la sala en la que era habitual cruzarse con personajes como Alexander Graham Bell y Rudyard Kipling, entre otras celebridades.

A metros de Green Park y de Picadilly Circus, con casi tres siglos de historia, el Fortnum and Mason sirve a sus parroquianos más de cien variedades de tés verdes, negros y orgánicos; distinguiéndose, principalmente, por su Afternoon Tea, un blend compuesto de jazmín, rosa y bergamota, que puede tomarse tanto frío como caliente, con o sin leche.

En Piccadilly, a metros del Palacio de Buckingham y de Piccadilly Circus, el Ritz acompaña esta ceremonia con música en vivo. El establecimiento, un antiguo castillo de estilo francés, luce muebles Luis XVI e innumerables detalles típicos de la Belle «époque.

En la misma zona, a cuatro cuadras de Saint James Park, el café-restaurante Wolseley cobró fama por el extraordinario té que ofrece los fines de semana y por un detalle adicional: su ambientación, que evoca el estilo de los cafés de Viena.

Pero si nos alejamos en dirección al oeste, a sólo 90 minutos de Londres, entre fortalezas romanas y centenares de castillos —tal vez tras las huellas del rey Arturo— también en Gales podremos disfrutar de excelentes tés.

En el valle de Usk, el Celtic Manor Resort linda con el Roman Caerleon, uno de los enclaves militares más importantes de Gran Bretaña, bajo el imperio romano. Hoy el lugar recrea los antiguos baños romanos de la fortaleza, un gigantesco centro de ocio con piscinas y gimnasio. Y no falta el toque legendario: se dice que aquí estuvo la famosa mesa redonda, esa en la que Arturo bebió de todo, menos té. Pero eso puede hacerse ahora, muy cerca del gran campo de golf. Hay, para elegir, tres variedades: Resort, Caerleon y Champagne, todas servidas en el Merlin's Lounge.

Ya en Wye, Llangoed Hall —en el corazón de Gales, a una hora de Nweport— una finca del siglo XVII, propone sentarse frente a un crepitante hogar a leña, bajo el envolvente sonido de las arpas, a beber este brebaje. Siempre en tierras galesas, una opción diametralmente opuesta consiste en saborear estas finas hebras en el Badger's Café, situado dentro del shopping Victoria Centre, después de un largo día de compras.

En la ciudad de York, uno de los establecimientos más populares en la materia es Bettys, conocido además por sus tortas, bombones y panes de elaboración artesanal. A corta distancia, en Lynton, en el condado de Devon, se encuentra Sir George Newnes Tea Room, emplazada en una zona conocida como "la pequeña Suiza", en el Parque Nacional Exmoor. Rodeado de amplios jardines, lo recomendable allí es dejarse tentar por el té de la casa, el The Ginger Cream Tea, que sirven con unos sabrosos scones de jengibre.

Pero la perla de la región, en la costa de la ciudad de Victoria es, sin duda, el Hazelmere Café & Bakerey de Cumbria, que se destaca por sus variedades importadas provenientes de las regiones más remotas del planeta y la amplia oferta de panes, tortas y scones. La vista que se obtiene desde este sitio —distinguido con el premio Tea Guild Award of Excellence en año 2006— es maravillosa y puede disfrutarse, tasa en mano, desde una mesa al aire libre.

Con rumbo a Escocia

La travesía ahora nos encamina hacia Escocia. Luego de pasear por la adoquinada Royal Mile, desde el antiguo castillo que domina Edimburgo hasta el Palacio de Holyrood, nada mejor que recobrar fuerzas con uno de los tés que sirven en el Balmoral Hotel. El lugar no puede estar mejor ubicado, al lado de la estación de Waverley, en pleno centro de la ciudad, en la principal área de compras de Edimburgo

El edificio, refugio veraniego de la familia real desde 1852, regala los mejores ángulos fotográficos del Castillo de Edimburgo y el casco antiguo. El salón de baile y los jardines pueden ser apreciados por los visitantes entre los meses de abril y julio.

Más adelante, en el corazón de Glasgow y a pocas cuadras de su prestigiosa Escuela de Arte, hay un alto obligado en esta ruta del té: se trata del Willow Tea Rooms, famoso por su arquitectura, una obra del arquitecto Charles Rennie Mackintosh. Un sinfín de blens frutados y clásicos, provenientes tanto de China como de la India pueden aquí saborearse mientras se aprecia el edificio. En esta ciudad, también vale la pena tomarse unas horas para merendar en el One Devonshire Gardens, un hotel de estilo victoriano, rodeado por inmensos jardines aterrazados.

Y quienes quieran sentir que pertenecen por un rato a la realeza deberán encaminarse hacia el castillo de Inverlochy —en la actualidad un hotel de campo— que se alza entre montañas, a menos de siete kilómetros de la ciudad de Fort William. Construido por Lord Abinger, la reina Victoria, de viaje hacia Balmoral, pasó una semana alojada allí, en 1873). Desde el Inverlochy se contemplan maravillosos paisajes, entre los que se destaca el Ben Nevis, el monte más alto del país. Cuando el mozo se acerque a atenderlo, ya sabe: pídale un buen té.

Silvina Iturralde, Clarin.

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