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El Describidor

Los barrios de La Paz

Como homenaje al 458 aniversario de fundación de Nuestra Señora de La Paz en un fascinante ámbito prehispánico, el equipo “Nueva Generación” de la Carrera de Historia, UMSA, presenta artículos que destacan las identidades y sentidos de la ciudad y su entorno. El propósito es que la fuerza del pasado inspire, ante los retos actuales de mantener y proyectar espacios de democracia y diversidad al Alberto Saavedra Pérez. Brindis de Honor.
con sentido humano. La coordinación estuvo a cargo de Magdalena Cajías, Jorge Ocsa, Marcelo Ticona y Raúl Calderón.

En conmemoración de un nuevo aniversario de la fundación de Nuestra Señora de La Paz, el equipo “Nueva Generación” de la Carrera de Historia de la UMSA, presenta hoy artículos que destacan las identidades y sentidos de la urbe y su entorno.

En cuanto a los actos protocolares de hoy, la celebración del 458 aniversario se realizará, por la mañana, en Laja, lugar de fundación de la ciudad, y por la tarde, en la sede de gobierno, habrá una Sesión de Honor del Concejo Municipal, en presencia del presidente, Evo Morales, de acuerdo con el programa que aparece líneas abajo.

Asimismo, se distinguirá a 23 personalidades paceñas, y los municipios de La Paz, El Alto, Laja y Viacha firmarán un convenio para impulsar la metropolización.

Miraflores urbanístico, salubre, forestado y deportivo (Luisa Cazas, Carlos Tenorio, Jesús Nilo Llusco, Raúl Calderón Jemio

Denominado Putu Putu (hondonada o batán) en la época prehispánica, atravesado por el río Urkujawira, es valle que ha acogido a varias culturas. Las investigaciones arqueológicas de Maks Portugal muestran significativa presencia tiwanakuta, pakajaqi e inka, que aprovechó las fértiles tierras, reservas auríferas y ricas arcillas del lugar.

Con la conquista y fundación española en 1548, Putu Putu constituye espacio de comunidades originarias. Transcurrido el tiempo, aparecerán haciendas. La parroquia de Santa Bárbara se encargó de la evangelización. Empero, el culto a las wak’as prehispánicas persistiría en cerros como el de Killi-Killi y Laykaquta.

En las primeras décadas republicanas, hubo interés gubernamental por optimizar el acceso al valle miraflorino, con miras a la creación de haciendas y comunicación fluida con los Obrajes. Para 1869, la preocupación sería abrir los cerros mencionados arriba para desahogar una urbe ya estrecha.

La transición del siglo XIX al XX se caracterizaría por los esfuerzos modernizadores liberales y posteriormente republicanos. Miraflores se convertiría en ámbito residencial, industrial y urbano. Como parte de la política social del liberalismo, al final de la avenida Tarapacá, hoy Saavedra, se creó el Instituto de Bacteriología y el Hospital Militar. Con decisión, se combinaron fuerzas del municipio y Legislativo, para ofrecer servicios de salud de carácter público. Precisamente, en 1913, comenzó la edificación del Hospital General, bajo la dirección del visionario arquitecto urbanista Emilio Villanueva. Hacia 1925, la obra estaba a medias, pero ya era un complejo de atención médica abierto a la población paceña.

Aquellas épocas también son las del traslado de las concepcionistas a su convento neogótico de Miraflores. En 1921, dos obispos, y el presidente Bautista Saavedra junto a la primera dama Julia Bustillos, dieron realce a la inauguración. Un año después, el gobernante republicano, colaborado por su hermano que ocupaba el cargo de Prefecto, llevó adelante un plan de servicios básicos y pavimentación con adoquines en Chukiyawu Marka/La Paz. Clave resultaría la avenida que llevaría el nombre del Mandatario.

Para 1929, época de retos económicos y problemas en el sudeste boliviano, sueños de urbanismo trataron de compensar las dificultades. Villanueva, entonces rector autonomista de la UMSA (y cuyos escritos conocemos más gracias a Juan Francisco Bedregal Villanueva), destacó las posibilidades de Miraflores, en cuanto a ubicación de diferentes tipos de edificaciones y actividades, circulación dinámica y un máximo de bienestar. El notable urbanista insistió que debía ser zona médica, administrativa, universitaria, deportiva, fabril, obrera y recreativa. En tal sentido es que diseñó y dirigió la construcción del Estadio “Hernando Siles”, de estilo tiwanakuta, concluido para 1930.

La Guerra del Chaco y sus repercusiones internas, golpearon a la urbe paceña. Sin embargo, manifestando un resurgimiento, se iniciaron los trabajos de la avenida Germán Busch. Comenzó también la construcción del mercado de la calle Díaz Romero. Además, para 1940, cumpliendo con el carácter educativo del barrio, y combinando identidad e innovación, Arturo Posnansky diseñó la réplica del Templete Semisubterráneo de Tiwanaku, edificado delante del estadio. Allá se ubicaron piezas originales, devueltas al sitio de procedencia recientemente.

Cuando estalló la Revolución Nacional, en 1952, la calle Yungas fue sitio donde también hubo duros combates. Además, Laykaquta sería un fortín de las milicias nacionalistas. No es coincidencia que los gobiernos del MNR retomaran los proyectos de Villanueva e hicieran construir el Hospital Obrero, crearan clínicas, dotaran de infraestructura al Instituto Normal Simón Bolívar y otros establecimientos educativos, entregaran la plaza Gualberto Villarroel imitando una edificación prehispánica, fomentaran la apertura de industrias, apoyaran la realización del anhelo de viviendas obreras. A partir de esto, se puede entender que en 1964, Laykaquta fuera de los últimos reductos de resistencia obrero-emenerrista; como también lo sería de la defensa del Gobierno militar de izquierda derrocado en agosto de 1971.

Poblado de altos edificios, talleres y empresas, Miraflores actualmente tiene carácter articulador y distribuidor. En tal sentido, según reflexiona el poeta Jaime Saenz, ha dado origen a nuevos barrios. Un futuro tal vez sea que se conecte con la Cumbre y el ingreso a los Yunqa y la Amazonia; también constituirá acceso a Irpavi y Achumani, reafirmando una paceñidad diversa, democrática e incluyente.


El barrio de Sopocachi en su cotidianidad y poesía (MAGDALENA CAJíAS, JUAN MARCELO TICONA)

El parque del Montículo guarda en su memoria tantísimas leyendas de romanceros púdicos e impúdicos, balaceras, reuniones juveniles o de revolucionarios, portada de cada disco de nuevo cantante y foto con cada nuevo auto publicitado, soledades y lecturas que tanto habitante guarda en sus recuerdos. Las casas del Montículo tienen historias aparte, pero no muy diferentes, y cada morador las guarda celosamente para que los nuevos inquilinos no se asusten con los fantasmas. Las biografías que encierran estas viviendas no figuran en libros ni artículos y sólo tenemos como fuente la memoria oral de algunos de sus habitantes y de los fervorosos amantes del Montículo.

Aunque el último mapeo urbano de la Alcaldía abarca el barrio hasta la plaza España, tradicionalmente aquello que se conoce como Montículo empieza en la esquina donde la Ecuador se convierte en Víctor Sanjinés y encuadra con el comienzo de la pendiente Pedro Salazar.

Esta calle central sigue con el nombre de Ecuador hasta el parque oficialmente llamado Néstor Portocarrero. Era el límite de la ciudad en los años veinte y la última parada del tranvía.

Las otras casas que forman parte del Montículo son las de la callejuela conocida como Andrés Muñoz en su primer tramo, hasta donde llegan las primeras estribaciones de la colina. Las casas que dan con la parte trasera del Montículo en la calle Presbítero Medina, tienen historia aparte a pesar de su directa relación arquitectónica.

Las casas que rodean al Montículo tienen diferente edad y múltiples estilos: quizás sería mejor decir que carecen de estilo definido y suman estéticas de los años cuarenta y cincuenta y también historias y construcciones arbitrarias según los inquilinos que llegan y se van.

El edificio de cuatro pisos que inicia la esquina Ecuador-Pedro Salazar es el más nuevo y reemplazó a la antigua vivienda de las hermanas Castillo. Lo más importante de aquella casa era la vieja tienda, ahora ampliada, cuyo nombre oficial nadie lo conoce. Es la tienda de las “yungueñas”, aunque tampoco nadie averiguó si sus dueñas vienen de esa región paceña.

Punto clave en los rumores del barrio es este almacén donde uno se entera de los nacimientos y de las muertes de cada habitante cercano, de los enamoramientos y de las enfermedades. Se compra el pan cotidiano, cuchicheo y el consejo.

Al frente está la casa que provocó rabietas entre los señoritos de Sopocachi, porque decían que su dueña era una chola. Pintada de verde, forma una extraña esquina y sólo se ve por las tardes salir a una anciana de pollera que toma un sol desgastado y sonríe a los niñitos que regresan de jugar en el Montículo.

Ahí vivió el trío de poetas formado por Hilda Mundy, y dos hombres que la amaron, su esposo Antonio Ávila y el escritor Jaime Saenz. De ellos abundan las anécdotas y valen un artículo aparte.

Los últimos recuerdos son de la tienda de la Juanita, chola bravía que preparaba los cafés para los milicianos en la insurrección del 52 y escondite de los falangistas, años más tarde. Rinconcito que luego alquiló un sastre y posteriormente el zapatero.

Sigue la casa de los Prado, la hermosa vivienda de los Schulze. Al lado vivió Justo Rodas, al frente los Tapia. Moró ahí el escritor Jorge Ovando Sanz; la otra es ahora de los Bejarano, familia de músicos que cada mañana abre las ventanas para esparcir sus conciertos.

La casa del poeta Julio de la Vega es historia aparte y la más entrañable; serviría posteriormente de escenario para videos y películas. En un tiempo, la familia alquiló cuartos a estudiantes como el filósofo Rubén Carrasco de la Vega o los revoltosos como Óscar Únzaga de la Vega.

Contaba la abuela que de tanto fabricar escondites para sus hijos la casa se llenó de corredores y de cuartitos. Uno le salió comunista, otro militar y dos falangistas. Todos stronguistas.

Albergue de poetas jóvenes y rebeldes desde la época de Gesta Bárbara, la casa es parte de las historias del Montículo. Revista Sopocachi 1992.

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